Joseph De Martini
(EE.UU, 1896 – 1984)
The poet, s.f.
Colección particular

El mar cada noche

Saltó sigiloso de la cama y sin hacer ruido se puso un pantalón grueso y el anorak. Aguardó unos instantes junto a la puerta y cuando comprobó que todos dormían salió al aire libre.
Hizo sin novedades el camino de todas las noches. Subió el fácil promontorio y buscó su apostadero habitual. No era el más cómodo, pero estaba bien resguardado y además le permitía dialogar sin tener que gritar.
El horizonte no se distinguía y la luna menguante estaba semicubierta por nubes espesas que opacaban su reflejo.
Primero percibió la luz que titiló tres veces y luego dos más. Él sacó su pequeña linterna y repitió la señal. Poco después ya estuvo cerca y distinguió la vela blanca recortada en la penumbra.
Allí vio la silueta que desde el velero levantaba el brazo para saludarlo.
Hola, escuchó, y eso mismo repitió. Ni siquiera en noches despejadas y de luna llena pudo ver sus facciones, pero conocía esa voz y podría haberla reconocido entre muchas otras.
Hablaron del mar, de la noche, de adónde irían esas nubes. Luego le preguntaron sobre cómo andaba, qué tal iba en la escuela, le recomendaron que se portara bien… Nada nuevo, pero le gustaba ese diálogo, esas palabras dichas por quien lo reconfortaba.
Hasta que escuchó un hasta mañana y vio la silueta que agitaba el brazo en alto.
Cuando todo volvió a la oscuridad, se levantó y con cuidado fue saltando las piedras hasta dar con el camino.
Por la mañana un sacudón del hombro lo despertó, y al abrir los ojos vio a su madre con los brazos en jarra.
–¡Te estoy llamando desde hace rato! Todos los días lo mismo –le decía con mal humor–. Tus hermanos ya están desayunando y si no te apuras irás a la escuela en ayunas. Ay, si viviera tu padre esto no pasaría.
Pensó una vez más que de nada valdría contarle que charlaba con él cada noche. Ella no le respondería. Si ni siquiera creía que hubiera un mar cerca.

 

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