John Steuart Curry
(EEUU, 1897 – 1946)
The flying Codonas, 1932
Whitney Museum of American Art, EEUU

Pan y circo

A veces recordamos a aquel estupendo trapecista del circo Roma, un moreno de grueso bigote, negro, como su ensortijado pelo. Para decir mejor: el Fabuloso Circo Roma, tal como se anunciaba en el cartel. Hay que reconocer que el calificativo no condecía con su aspecto ni con el sitio en el que se había emplazado: un baldío de modestas dimensiones no lejos de la plaza central de nuestro pueblo.
No se hablaba de pymes en aquellos tiempos, ni la edad nos daba para que definiéramos lo que hoy notaríamos a primera vista: aquello era una empresa familiar, una gran familia con habilidades circenses que había adquirido una modesta y emparchada carpa, un par de carromatos y otros implementos para lanzarse a la trashumancia. Sin embargo, había indicios que estaban a nuestro alcance de comprensión: el citado trapecista era quien atendía la boletería; los boletos los recibía un joven que después caminaba y hacía destrezas sobre un cable; una mujer delgada que acomodaba al público luego se mostraba como contorsionista y más tarde se exponía ante el lanzador de cuchillos, quien previamente acomodaba las sillas… y es seguro que tras la cara pintada y el disfraz de los payasos estaban algunos de los nombrados.
Posiblemente por cuestiones económicas antes que humanitarias, el circo no exhibía leones ni tigres, tampoco osos ni monos. Pero esa carencia tenía una compensación. En la segunda parte, se apagaban las luces y solo quedaba iluminado un tablado montado a un costado de la pista, en el que según alguien anunciaba se desarrollaría la obra Santos Vega, y así vimos como el boletero domador, el taquillero equilibrista, la acomodadora contorsionista y demás integrantes de esa caravana, incluido un niño, volvían a mutar, esta vez en actores de un sainete criollo.
Para ellos habrá sido una función más, pero a quienes ya empezábamos a preguntarnos qué queríamos ser cuando fuéramos grandes, aquella muestra de empeño y pasión nos dejó una enseñanza que recién comprendimos cuando llegamos a serlo.

El circo era para esa gente, sin dudas, un medio y también una forma de vida.
Ellos sí podían hablar de pan y circo.

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