Hay poca gente en la estación de Tarragona.
Llevo un largo rato sentado en un banco a la espera de mi tren a Castellón. En el andén una pareja aguarda junto al Talgo con destino Barcelona, pero se retrasa la partida y a los amantes se les presenta una situación incómoda. Los he visto abrazarse y besarse, hablarse y volver a abrazarse. Ahora él ya está subido al tren y ella lo mira en silencio desde el andén. No hay caricias ni besos, solo mirarse en silencio, porque a esa altura ya se han dicho todo. Se me ocurre que ambos están deseando que el tren se mueva.
Por fin el Talgo arranca y ellos se arrojan un beso, pero algo ya no es como antes.
Los amantes deberían reservarse un juego de palabras para estas situaciones.