SALA 5 - DESAFÍOS B
Aquellos anónimos pedalistas
Antonio M. Ruiz
(México, 1897 – 1964)
Carrera de bicicletas, 1938
Philadelphia Museum of Art, EEUU
https://philamuseum.org/collection/object/50728
Fueron durante gran parte del siglo pasado el entretenimiento gratuito en pueblos y ciudades pequeñas de esta parte del continente. La cita era los domingos o feriados y tenía lugar en circuitos callejeros: si era en calles céntricas, entonces podían ser pavimentadas; si se trataba de algo barrial, sobre las de tierra enarenada. A la mañana se cortaba el tráfico en las arterias a utilizar y así quedaba trazado el velódromo. Aquellos cuyas casas coincidían con el recorrido sacaban los sillones a la vereda y en ese palco privilegiado seguían la carrera. El resto asistía con su banquito o buscaba alguna pared o rama baja de los árboles para acomodarse. La asistencia incluía el mate y los bizcochitos.
El espectáculo convocaba tanto por la destreza de los corredores (todos tenían sus seguidores) como por su vestimenta colorida, destellante en una época de ropa gris, beige y toda la paleta de la tristeza. Los entrenadores también hacían su exhibición con una rápida y breve carrera al lado de su pupilo para alcanzarle la cantimplora llena o alguna fruta.
Claro que los competidores eran conocidos. ¿Cómo no iban a serlo? Si allá estaba el cartero, que visitaba a todos y guardaba para sí el entrenamiento diario de decenas de kilómetros por la ruta; el hijo de la peluquera, que siempre andaba montado en su reluciente Legnano; el del taller y el enfermero, de quienes los suspicaces siempre sospechaban, uno que le ponía algo a la bici, el otro que se pichicateaba… Algunos jóvenes pudientes del centro y muchos humildes proletarios de la periferia que habían invertido ahorros y tiempo en una pistera. Quién sabe qué motivaba a esa cofradía de entusiastas olvidados que la historia del deporte no registró, qué buscaban a cambio de semejante sacrificio…
Todo era ameno y festivo, excepto por un riesgo amenazante e incontrolable: confundidos ante el paso silencioso del pelotón deambulaban los perros callejeros. Caballeros mayores sobrevivientes de aquellas justas lucirán aún cicatrices o mostrarán cierta renguera por algún can que se cruzó en su camino.
Lector, si ves pedalear a un señor entrado en años y carnes, vestido con una indumentaria fulgurante que no le sienta nada bien, piensa que tiempo atrás pudo haber sido un joven esbelto que se desplazaba veloz en el mismo biciclo que ahora parece incrustarse en su humanidad. Cédele el paso y si vas con tu perro, sostén fuerte la correa.
Modesto Ciruelos
(Burgos, 1908 – 2002)
Ciclistas, 1933
Museo Reina Sofía, Madrid
https://www.museoreinasofia.es/coleccion/obra/ciclistas
Lucien Jonas
(Francia, 1880 – 1947)
La carrera ciclística, 1905
Colección particular
https://www.epdlp.com/cuadro.php?id=8364
Lyonel Feininger
(New York, 1871 – 1956)
Carrera de bicicletas, 1912
National Gallery of Art, Washington
https://ciclosfera.com/a/the-bicycle-race-lyonel-feininger
Tiit Pääsuke
(Estonia, 1941)
Cyclist, 1968
s/d
https://ciclosfera.com/a/ultimatum-cyclist-tiit-paasuke-1968
Enzo Benedetto
(Italia, 1905 – 1993)
Escape of cyclists, 1926
Colección particular
https://www.aeroceramica-futurista.eu/en/enzo-benedetto-biography/