Buscamos el silencio para escuchar las voces olvidadas
y la oscuridad para ver imágenes que añoramos.
En la quietud refrescamos paisajes ya borrosos
y algunos episodios que nos llenaron de gozo.
Hay tanto en la memoria que ni vale la pena moverse de casa.
Y si con eso no alcanza, abres la ventana
y ves cómo se llena de hojas el ceibo
de flores los rosales
y avanza la hiedra por el muro.
O cierras los ojos y te dedicas a la música de los pájaros.

No vale la pena moverse de casa, no señor.
Abres la ventana y mientras ves el ceibo
y los rosales y la hiedra,
respiras hondo
y te llegan el aroma del limonero
y el del pan recién hecho en algún horno cercano.
Y si con eso no alcanza, cierras la ventana
y rompes el silencio para hablar con tus amigos que ya no están.
Nunca pensaste que serías feliz con tan poco.