Oskar Schlemmer
(Stuttgart, 1888 – Baden-Baden 1943)
Bauhaus stairway, 1932
Museum of Modern Art, New York

La escalera

Querida madre:

Espero que al recibo de la presente se encuentre usted de buena salud. Yo a Dios gracias bien pero no tanto con el trabajo y la ciudad.
Hoy tuve una tarea fácil pero extraña. Me encargaron el seguimiento de una mujer y sin explicaciones me recomendaron que no le perdiera pisada.
Me paré al frente de su oficina y como me habían mostrado una foto de ella no me costó ubicarla y seguirla. Cuando salió allá fui tras ella. Igual que el Sultán cuando me seguía a la escuela.
Me dijeron que mantuviera la distancia para que ella no sospechara ni tampoco se me escabullera. Así que fui siguiendo un pulóver rojo y la cabeza con el pelo cortado a lo varón.
Me hizo andar por calles muy concurridas por las que nunca había estado. De pronto la perdí y sentí que me agarraba la desesperación. Pero alcancé a ver que había entrado a un edificio con una sala muy grande y estaba subiendo la escalera. Allá fui rápido y también subí.
Entre ella y yo había otra mujer de figura parecida pero con pulóver blanco y más arriba de la escalera otra igual con pulóver negro. Parecían sacadas de una revista vieja de modas de las que guardaba la abuela. Me pregunté si serían de una secta y por eso me habían ordenado seguirla. A mi derecha un tipo de perfil muy feo iba hablando solo.
Levanté la vista y tuve como un mareo. Me quedé quieto y bajé la cabeza para recuperarme. Y ahí empezó lo extraño. Todos los demás también se detuvieron. Se quedaron quietos y en posición de seguir avanzando. Parecía como si me estuvieran esperando.
Yo por las dudas no me moví ni hice ningún gesto. No sé cuánto tiempo estuvimos así. Llegó un momento en que me sentí ridículo y entonces di la vuelta y empecé a bajar. Todos giraron y caminaron tras de mí. Salí del edificio a paso rápido y los vi venir. La mujer de rojo adelante y los demás atrás. Intenté escabullirme pero cada vez que me daba vuelta los tenía siguiéndome.
Me asusté. Un taxi paró más adelante y bajó un hombre. Antes que cerrara la puerta me metí y le dije al chofer que me sacara de ahí. Cuando hizo una media cuadra me di vuelta para ver qué pasaba. No los vi.
Le di la dirección del precinto. Me sentí más tranquilo cuando bajé y me di cuenta de que los había perdido.
No sé qué voy a decirles mañana a mis superiores. Este trabajo no me gusta.
Tampoco me gusta la ciudad. Todo es raro acá.
Me parece que me va a ver pronto de vuelta.
Capaz que el tío pueda darme alguna changa hasta que aparezca algo mejor.
La saludo con el cariño de siempre.

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