Ivan Albright
(EE.UU., 1897 – 1983)
Autorretrato, 1934
Colección de New Trier High School District 203, Illinois, EEUU

Carta a mi personaje más querido

Estimado Sr. Gómez:
Yo lo vi por primera vez hace ya unos cuantos años. Transitaba usted las páginas de algo que escribí entonces. Lo imaginaba igual a como lo hago ahora. También, supongo, yo me pensaba tal como hoy me veo en el espejo.
¿Ha notado usted que los recuerdos de nuestra propia imagen no tienen edad? No nos recordamos como figura física: nunca nos vemos. Sabemos que somos, pero no nos vemos. No podemos. Sólo sabemos de nosotros por el espejo, pero ni siquiera podemos asegurar que realmente seamos así.
A diario nos encontramos reflejados en algún cristal. Echamos una mirada y nos reconocemos por costumbre. Ese reconocimiento es absolutamente parcial: estamos ante un reflejo y así nos creemos. Luego nos muestran en fotos y nos asombramos de lo que somos. Son las fotos las que recuerdan.
Sr. Gómez, le confieso: sin darme cuenta me fui poniendo viejo. Aparecieron ciertos temores, empecé a sentir que los demás me observaban con esa sensación que empieza por la pena y termina con el fastidio. Releía mis borradores, y me entristecía pensar en mí, en el que ya no era. Allí sentí que el tiempo me castigaba por haberlo tratado con indiferencia durante la niñez y la juventud. Me asomaba al espejo con toda la intención crítica, presto a reconocer cualquier indicio de vejez, pero seguí viéndome como siempre. Así con el recuerdo que de usted guardo.
Envidio su situación: usted es y seguirá siendo tal como alguna vez lo describí. Yo nunca pude ponerme en palabras. Tengo muy claro quién de los dos perdurará.
Lo saludo con el afecto de la primera vez.

 

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